Me atraganto con tanta boludez revuelta.
Ya sé que no tengo bolas (me gustaría, para no sentirme tan patuda), mas de igual manera poseo esa sensibilidad.
Es como si mi intuición en un acto prodigioso, consolidara un buen par de cojones, para hincharlos a voluntad. A la manera de las esferas desestresantes.
Ese minueto, tan monótono y decidor: espero que tu hagas sonar la campanita otra vez. El mono verde es la estampita del santo contemporáneo, el mono gris es belzebú.
No sé a quien le escribo. Ni a mí, ni a mis autores. Porque Blake y Verlaine no navegarán por el Hadesnet, para visitar una plataforma así de primitiva. Postmorten guardarán aún algún sesgo de glamour.
Yo vendría a ser lo que se llama"un fan", quizás firmarían una libretita, pero no me van a postear. Una vez más me doy cuenta que soy más tímida y cropofílica de lo que creía: mis cajones se atiborran de retórica minuciosa, anónima, temerosa de la ignominia; y vuelvo a publicar un esbozo improvisado. Como quien se ingerta una verruga-bien intencionada, como quien a drede exhibe el pecado, que quiere ocultar. Debería militar en el Opus dei, la auto flagelación es tan reconfortante. Me entero de un nuevo festival de rock, es como ser revolucionario en Cuba.
La rebeldía no es directamente propolcional al color del pelo. No entiendo por qué estudio teatro, es como forzarse a ser rariwi.